31 may 2016

Atlántico Sur, el eje inexplorado

Una de las insuficiencias más notorias en la formulación de estrategias de internacionalización en las instituciones de los países en desarrollo es su incapacidad para identificar y construir entre ellos espacios efectivos de cooperación. Cuando se piensa en desarrollar alianzas estratégicas rara vez el sur mira al sur como un interlocutor viable y fiable, como un socio sostenible.

El tema ha estado en el centro de la agenda latinoamericana en los últimos días. La semana pasada la Secretaria Iberoamericana Rebeca Grynspan realizó un llamado a multiplicar la cooperación en el eje del Atlántico Sur durante un evento celebrado en Lisboa en el que se debatía la importancia del espacio geográfico conformado por los países de la comunidad iberoamericana y el continente africano. La alta directiva de la SEGIB ponía en valor que en su conjunto los países que conforman este eje reúnen potencialidades que lo convierten en uno de los más promisorios y dinámicos de la economía mundial de caras al futuro, aunque apuntaba que los vínculos existentes entre ellos son aún muy incipientes y que la capitalización de sus potencialidades dependerá en alto grado de la habilidad que tengan de impulsar una asociación estratégica en el triángulo que conforman las naciones de América Latina, África y la Península Ibérica.

En la misma línea se proyectaba el trigésimo sexto periodo ordinario de sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) que debatía la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible en la región. En el encuentro, la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, abogó no sólo por reforzar la integración entre los propios países latinoamericanos sino también defendió la importancia de impulsar esquemas de cooperación sur-sur y triangular que privilegien la construcción de alianzas estratégicas entre Latinoamérica y el continente africano.

El apelo de ambas instituciones va más allá del discurso políticamente correcto de colaboración. Si bien África ha sido un continente que ha naufragado a su suerte durante decenios y que sigue requiriendo de la solidaridad internacional, los signos de despegue en algunas economías de la región abren un nuevo escenario de oportunidades para la cooperación en disímiles ámbitos, que Latinoamérica – si supiese jugar bien sus cartas – podría capitalizar.

Si bien es verdad que ambas regiones comparten condiciones socio-culturales que podrían a priori ser favorables para un acercamiento, no es menos cierto que se trata de una relación que históricamente ha sido tenue, dispersa y poco sistemática. Una muestra de la fragilidad de esta relación es el bajo perfil de cooperación que existe entre los sistemas de educación superior y las universidades de ambas regiones, lo cual es significativo una vez que existe amplio consenso sobre la importancia del intercambio universitario como vehículo y catalizador de vínculos y alianzas en otros sectores estratégicos de las relaciones internacionales como la economía, el comercio y la cultura.

Para ilustrarlo, analicemos la siguiente tabla que refleja las preferencias geográficas para acciones de cooperación internacional universitaria arrojadas por la cuarta encuesta de internacionalización realizada por la Asociación Internacional de Universidades a instituciones de educación superior de todas las regiones del mundo.


Esta tabla por más simple que parezca, nos deja algunas notas interesantes que vale la pena resaltar.

a) El núcleo fundamental de la cooperación universitaria mundial se desarrolla entre Europa, Norteamérica y Asia-Pacífico o lo que es lo mismo, tiene lugar en los ejes del Atlántico Norte y el Pacífico que constituyen el centro de la economía y el comercio mundial.
b) América Latina y el Caribe no constituye la primera prioridad ni siquiera para las instituciones de la propia región, lo que pone en evidencia la fragilidad del proceso de integración regional en materia de educación superior.
c) Sólo Norteamérica, en la que el reclutamiento de estudiantes extranjeros tiene un peso preponderante en sus estrategias de internacionalización, considera a Latinoamérica entre sus prioridades.
d) África no constituye una prioridad para ninguna de las otras regiones y el hecho de que haya sido indicada como la primera prioridad de cooperación para las propias instituciones africanas responde más a la escasez  de opciones y oportunidades de colaboración internacional que hasta ahora han padecido que a la vertebración de una estrategia en el seno de las organizaciones e instituciones africanas.

No obstante, este último elemento es un escenario susceptible de modificación en los próximos años. El crecimiento promedio anual del PIB de África entre 2000 y 2010 fue de 5,4%. En estos momentos la región continúa creciendo a ritmos superiores al 3%, a pesar de la caída del precio de las materias primas. Algunos países africanos exhiben crecimientos sostenibles superiores al 6% que los ubican entre las naciones con mejores indicadores de crecimiento de la economía mundial.

A pesar de sus enormes problemas de infraestructura (comunicación, transporte, sanitaria, etc.) que son más acuciantes que los de Latinoamérica, África exhibe signos de prosperidad que no pueden ser pasados por alto. El crecimiento de sus economías ha traído aparejado el aumento de la inversión, un proceso aún embrionario de diversificación de los sectores de la economía que pretende ir más allá de las materias primas,  el desarrollo de amplios programas de urbanización, el crecimiento de una incipiente clase media que se consolida con el regreso de una diáspora con mejores índices de instrucción y la apertura a la revolución digital.

En este nuevo contexto, es previsible que las universidades africanas deban desempeñar un papel primordial en el reordenamiento y desarrollo de sus sociedades. El crecimiento de la demanda en materia de formación, investigación, desarrollo tecnológico y creación y desarrollo de capacidades que se avizora es enorme y podría afirmarse que desborda la capacidad actual de respuesta de los sistemas e instituciones de educación superior africanos. Esto constituye, sin dudas, un excelente caldo de cultivo para la puesta en marcha de una estrategia concertada que permita catalizar y multiplicar los vínculos de cooperación universitaria entre los países del Atlántico Sur.

Obviamente, no es este un proceso que pueda darse por generación espontánea. Será necesario que confluyan políticas, instrumentos, incentivos y acciones que impulsen de forma armónica tanto la cooperación internacional en el espacio latinoamericano como la relación con las universidades africanas para que se pueda revertir una situación de partida deficitaria. Me permito referir, como reflexión final, algunas de las que considero podrían ser significativas:

Concertación política: para dar consistencia y mayor capacidad de intervención al proceso es necesario que forme parte de una estrategia de concertación política al más alto nivel. Un proceso en el que intervengan activamente gobiernos, asociaciones universitarias e instituciones de educación superior conducidos por organismos supranacionales como la CELAC y la SEGIB.

Iniciativas como el primer simposio de las lenguas portuguesa y española que la SEGIB realizará en septiembre para promover el bilingüismo en una comunidad lingüísticamente próxima que abarca a 650 millones de hispanoparlantes y luso parlantes en Iberoamérica parecen estar en la dirección correcta. Destáquese, por ejemplo, que uno de los principales obstáculos reconocido por las universidades latinoamericanas para impulsar la internacionalización lo constituye la insuficiencia idiomática de académicos, staff y estudiantes, por lo que crear espacios de cooperación universitaria que aprovechen la cercanía lingüística entre el español y el portugués podría ser un incentivo para diseminar y potenciar acciones de internacionalización.

Fomento de una visión integral de la cooperación: un proceso de acercamiento con África no deberá sustentarse en iniciativas aisladas. Las simetrías y paralelismos existentes entre los dos continentes deben ser un marco propicio para articular acciones de cooperación, tanto académicas, investigativas como productivas, que tributen también al fortalecimiento de los necesarios lazos de las universidades con el tejido productivo.

Son varias las áreas en las que Latinoamérica ha desarrollado conocimiento o se encuentra trabajando en la solución de desafíos parecidos a los que África tendrá que enfrentar en un futuro inmediato. La transferencia de esas experiencias, tanto en el plano académico como productivo, se convierte en un terreno fértil para la cooperación. En algunas áreas como por ejemplo la agricultura y la producción de alimentos en las que las potencialidades de ambas regiones son exponenciales, desarrollar alianzas efectivas entre universidades y empresas latinoamericanas y africanas podría devenir en un paradigmático escenario win-win capaz de generar beneficios sostenibles a largo plazo.

Liderazgo de Brasil y Cuba: la cooperación latinoamericana con África debe ser concertada y en la construcción de una agenda común el liderazgo de Brasil y Cuba podría ser relevante. Brasil posee el principal sistema de educación superior de América Latina y sus instituciones han venido desarrollando un creciente intercambio con África como consecuencia de su participación en la comunidad de países de habla portuguesa y de los contactos realizados con universidades sudafricanas en la alianza entre los países emergentes del bloque BRICS. Cuba, por su parte, posee vínculos históricos con África, varios miles de profesionales africanos se han formado en universidades cubanas y más recientemente ha aumentado también el número de académicos cubanos que asesoran y colaboran en universidades de varios países africanos.

España y Portugal como pivotes: a la cooperación sur-sur entre los países de ambos continentes, hay que añadir necesariamente acciones de cooperación triangular que tengan a España y Portugal como pivotes. Las universidades españolas tienen bastante experiencia de cooperación en África y han sido especialmente activas en la región del Magreb. Las universidades portuguesas tienen una presencia fuerte y vínculos históricos con las naciones africanas de lengua portuguesa, que constituyen un segmento importante de su estrategia de internacionalización.

En particular, este puede ser un proceso atractivo y de mutuo beneficio para las instituciones portuguesas y latinoamericanas porque les podría permitir un conocimiento y acercamiento más importante. Aunque la cooperación universitaria entre Portugal y los países hispanohablantes de América Latina ha aumentado en los últimos años todavía el nivel de la relación dista mucho de ser satisfactorio y subsiste bastante desconocimiento de las potencialidades y oportunidades de cooperación que podrían compartir.

Atracción de otros actores: un aumento del flujo de cooperación en el eje del Atlántico Sur atraería con seguridad a otros actores interesados en el desarrollo de acciones de cooperación triangular o multilateral en la que participen conjuntamente universidades latinoamericanas y africanas. Diferentes organismos del sistema de Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Comisión Europea y entidades de cooperación al desarrollo de países con tradición en la financiación de proyectos en África como Alemania, Reino Unido, Francia, Bélgica y Holanda verían seguramente con buenos ojos iniciativas en el contexto de esta asociación.

De momento, lo que se constata es que habría mucho trabajo por hacer y que existe un universo prácticamente virgen por explorar. Los recursos de las universidades disponibles para acciones internacionales son limitados y los frentes y las necesidades que requieren atención en una institución de educación superior son muchos. Este es un obstáculo real que habría que sobrepasar, pero que funciona para cualquier iniciativa que se quiera emprender en materia de internacionalización. La pregunta que habría que formular es si  existe verdadera voluntad en el sur para mirar al sur con atención y reconocer que hay espacios de cooperación que merecen ser explorados y que se pueden capitalizar.

2 comentarios:

  1. Como siempre Carlos Alberto gracias por tu valioso aporte que nos hace reflexionar sobre cuanto hay de dificultades reales para avanzar en este tipo de cooperación o si realmente primero se deberá avivar,en los corazones académicos del Atlántico Sur, la llama del deseo y la convicción de la importancia de avanzar en acciones firmes de cooperación solidaria con sus pares del Sur. Gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Gaby. Es importante que los que trabajamos en el área de internacionalización intentemos sensibilizar a nuestros colegas del valor y la importancia de la cooperación sur-sur. No se entiende que se compartan realidades y problemas y no se trabaje en conjunto por encontrar soluciones. Te mando un fuerte abrazo

      Eliminar